martes, 11 de abril de 2017

EN BUSCA DEL SENTIDO DE LA VIDA




¿La vida tiene sentido? ¿Cuál es el sentido de la existencia? Son preguntas que cualquier buscador de la verdad o persona con inquietudes existenciales tiene muy presente a lo largo de su vida. ¿Quién soy yo?, se sigue preguntando el filósofo que somos todos o mejor dicho, el filósofo que todos deberíamos ser. 

Si hablamos sobre el sentido de la vida deberemos distinguir dos planos: el primero hace referencia al, podíamos llamar, sentido objetivo de la vida, es decir, a si la existencia tiene por sí misma sentido. Este es un debate que nos apasiona y que alimenta nuestro intelecto, y en él podremos debatir sobre cuestiones como por ejemplo si nos espera una vida futura o no, si hay algo que me trasciende y del que formo parte o no, si estoy sola o solo o si por contra estoy conectado con algo más, si hay un dios, varios dioses y qué tipo de dios o dioses puede haber. Este debate sin duda nos enriquece y le resultará necesario a todo aquel buscador que “vaya” detrás de la verdad. Este sería un primer plano que como digo nos resulta necesario a muchos. Pero junto con esta primera dimensión, en lo que concierne a la búsqueda del sentido tenemos una segunda vertiente, y esta es qué sentido le damos cada uno de nosotros a los acontecimientos que nos suceden en la vida y a la vida misma.

Debemos partir de la base, (y recordando una vez más que ahora nos encontramos en la segunda vertiente  del asunto) que somos arrojados al mundo: no se nos pregunta si deseamos venir, ni cuándo deseamos hacerlo...en definitiva “se nos” arroja a la existencia sin contar con nosotros mismos. Somos arrojados a este mundo sin saber ninguno de nosotros si hay motivos para venir o no, si es todo azar o no lo es…pero las situaciones van sucediendo. Los acontecimientos suceden en nuestras vidas, ¿y qué podemos decir en este segundo aspecto acerca del sentido de la existencia? 

Lo primero que debemos decir al respecto es que aquí no existe un mundo objetivo sino propio o de cada cual. No nos estamos moviendo pues en el que hemos denominado sentido objetivo sino que ahora nos referimos a nuestro propio mundo. ¿De qué estamos hablando cuando decimos que cada uno vive en su mundo? ¿Es que acaso no estamos viviendo todos en una realidad compartida? Evidentemente que esto es muy cierto y así debe seguir siendo, pero no es menos cierto que cada uno de nosotros está permanentemente, como diría Ortega y Gasset, construyendo su mundo o haciendo Metafísica siendo inevitable el que esto sea así, es decir, siendo inevitable el que estemos permanentemente construyendo nuestra propia "realidad". Construimos mundo para posteriormente vivir en él y de ahí que personas que aparentemente lo poseen “todo” sean infelices y por contra otros que poseen bien poco sean dichosos. Y más aún, estamos construyendo constante e inevitablemente mundo, el nuestro, para poder vivir posteriormente en él, pero ni tan siquiera solemos ser conscientes de que hemos sido nosotros mismos los constructores de la realidad en que vivimos viviendo de este modo en la completa inconsciencia.

Es inevitable hacer mundo o diseñar nuestra propia realidad, hacernos a nosotros mismos cada día, y aquí entra de manera decisiva la cuestión del sentido. Porque en nuestra permanente formación de nosotros mismos estamos, lo sepamos o no, realizando lecturas de los acontecimientos de la vida, interpretaciones de lo que nos va sucediendo pudiendo variar estas desde las más favorables para nuestro crecimiento y desarrollo humano hasta las más nefastas para nosotros mismos. Y es aquí donde entraría en juego el sentido de lo que nos sucede y el sentido de la vida misma. Y es que lo que nos va sucediendo no tiene por sí mismo sentido. Recordemos que hemos sido arrojados a este mundo sin darnos ninguna indicación, ningún mapa, ningún consejo y que aquí nos van sucediendo cosas, pero lo que nos sucede no trae consigo el sentido. Y he aquí el punto central, porque si es inevitable el hacer mundo o Metafísica, el realizar lectura o interpretación de los hechos...deberemos ser cada uno de nosotros los que otorguemos un sentido a los hechos pero también y sobre todo a la vida misma. Es por tanto nuestra tarea el dar sentido a lo que nos vaya sucediendo a lo largo de nuestro camino y dar un sentido favorable para el cuidado de nuestro ser. [1]

Hemos introducido aquí un elemento básico en toda esta “ecuación” y es la cuestión del ser, elemento que nos ayudará a la hora de convertirnos en buenos constructores de nosotros mismos. Y es que si es verdad que hemos sido arrojados a este mundo sin ninguna indicación, también lo es el que todos tenemos una responsabilidad para con nosotros mismos, para con nuestro ser, y esta responsabilidad es cuidar de él, “alimentarlo” de la mejor manera que nos sea posible siendo esta una tarea espiritual que no religiosa: es nuestra tarea. Y en esta cura sui o cuidado de sí mismo es absolutamente necesario convertirnos en grandes arquitectos de nosotros mismos, en grandes cuidadores de nuestro propio ser, y para ello será determinante el tipo de filosofía de vida de cada uno, es decir, si se están realizando lecturas positivas de lo que va ocurriendo (si es un buen metafísico o no) o si mismamente se está otorgando a la vida el sentido que permita evolucionar, crecer.

Y es en esta tarea de cuidar a nuestro ser donde se requiere de cierta espiritualidad -que no religiosidad- en el sentido de conectarse con uno mismo, cuidarse y reconocerse como lo que se es, alguien que por encima de todo tiene una misión: permitir y fomentar la felicidad de su ser que a la postre es la suya. Pero para ello, me reitero una vez más, debemos aprender, una vez tomada consciencia de que cada uno construye su mundo para vivir en él, aprender a conceder un significado a todo lo que nos vaya aconteciendo que no dañe nuestro interior; pero sobre todo deberemos ser capaces de dotar a nuestra existencia misma de sentido, el sentido de que a lo largo de toda nuestra vida tenemos una gran misión: cuidar de nuestro ser.

En conclusión: diremos de nuevo que venimos al mundo sin instrucciones pero con una misión que se desvela: cuidar de nuestro ser. Y en este cuidado de nosotros mismos y en la toma de conciencia de que es inevitable construir nuestra realidad o construirnos a nosotros mismos deberemos, ya que esa es nuestra responsabilidad, aprender a realidad interpretaciones positivas de lo que nos va sucediendo, es decir, situarnos en ángulos o puntos de vista favorables sobre lo que nos va pasando. Porque los hechos siempre presentan distintos puntos en los que uno se puede situar, y deberemos ir siendo capaces de “elegir” los ángulos de visión que nos beneficien. Pero sobre todo deberemos ser capaces de dotar a nuestra existencia de sentido, el sentido de proteger, cuidar y alimentar a nuestro ser que vivirá además en comunión con el ser de los demás, permitiendo así que a “él”, –y nosotros mismos junto con él– le sea posible alcanzar la felicidad.

Vicente Berenguer



[1] Sin duda que la inclusión del término “ser” en este artículo dota al mismo de una dimensión espiritual que bien podría suscitar rechazo en algunos lectores. Desde mi punto de vista en este caso podría ser suprimido el término no perdiendo el texto ni un ápice de su, nunca mejor dicho, “sentido”, pero a pesar de que pueda suscitar un cierto rechazo en según qué lectores, me sigue pareciendo muy útil el término ya que permite una mirada exterior a nosotros mismos y sobre nosotros mismos.

Por otra parte y aunque nos encontremos en la dimensión subjetiva del asunto, es decir, en el sentido que cada uno le da -o no le da- a la vida, el término "ser" nos abriría la puerta del primer plano o sentido objetivo, debate en el que abordaríamos por ejemplo la cuestión de si el ser me trasciende o no o qué es lo que abarca el ser.

jueves, 6 de abril de 2017

OTRO SER HUMANO ES POSIBLE

Todos hemos escuchado o leído alguna vez la expresión “otro mundo es posible”. Inmediatamente viene a nuestras mentes un mundo más justo, más solidario...un mundo en el que nos organizamos de una manera menos egoísta y más empática, en definitiva un lugar mejor. Y es que “mundo” alude a lugar o podríamos decir que a nuestro hogar. Es sin duda una gran meta esta y algo a lo que deberíamos aspirar la especie humana, a poder vivir en un espacio más favorable para todos sin olvidar por supuesto a los animales y a las plantas, a los ecosistemas y al conjunto de la naturaleza que somos todos. Sin embargo, esta visión de un lugar o mundo mejor hace que dirijamos nuestras miradas hacia el exterior pasando por alto el paso necesario antes de poder lograr tan ansiado objetivo, y es una mirada hacia nosotros mismos.

Porque muchos anhelamos un modelo social más solidario y lo visualizamos: lo concebimos en nuestra imaginación y comprendemos que es posible ese mundo al cual algunos aspiramos: “otro mundo es posible”. Sin embargo, a menudo no consideramos que ese otro mundo es un mundo humano, que se trata de qué tipo de “hogar” construimos y por tanto de lo que en el fondo se trataría es de que para que otro mundo sea posible otro ser humano ha de ser posible ya que lo primero será sin duda consecuencia de lo segundo. De este modo, lo esencial es reparar primero en el tipo de ser humano que somos, es decir, dirigir la mirada al interior de nosotros mismos (al interior de la sociedad) para una vez realizado el análisis poder cambiarla, poder transformarnos. El asunto radica pues en mirar hacia el interior para poder transformar posteriormente nuestras relaciones humanas y construir otro mundo: se trata de conocer cómo somos y qué tipo de ser humano queremos ser.

Deseamos un mundo mejor y creemos muchos de nosotros, sí, que “otro mundo es posible”, pero como decimos la clave es advertir que la cuestión no es otra que “otro ser humano es posible”. Solemos pensar que somos como somos, que la especie humana es como es pero no reparamos en que nuestra forma de ser, pensar y sentir es en gran medida el resultado de muchos factores entre los que se encuentran el sistema educativo que nos proporcionan, el sistema económico-político y en general el medio ambiente al que nos “someten” incluyendo a los medios de comunicación, el tipo de contenidos que se emiten por la televisión etc. Todos estos factores van conformando y construyendo lo que somos, van moldeando al ser humano o sociedad pudiéndose construir por tanto muchos tipos de seres humanos y por ende muy distinto tipos de sociedades, desde las más insolidarias e injustas hasta las más solidarias y favorecedoras para el desarrollo de nuestro potencial humano. Así, dependiendo del tipo de Educación recibida (Educación que englobaría al total de los factores: sistema educativo, medios de comunicación, valores, instrucción que favorezca o no la crítica y la reflexión...y en general a todo el medio ambiente) da como resultado un tipo de ser humano concreto. Así es que el ser humano actual caracterizado, en general, por el egoísmo, la insensibilidad, el materialismo y la falta de respeto hacia la naturaleza es un producto del sistema, es el resultado de haber recibido una falsa educación desde que se nace y también de haber sido sometido a un pésimo medio ambiente el cual, salvo microclimas, nos acompañará durante toda nuestra vida.

Sabemos pues que los humanos no somos como somos sino que somos como nos vamos haciendo. Es un error capital el pensar que nuestro modo de ser es algo estable, fijo, incluso algo determinado. Y es un error en lo que se refiere a nuestra individualidad y también al conjunto de la sociedad. Con respecto a nuestra individualidad debemos tomar consciencia de las implicaciones de saber que no somos algo estable y fijo sino que nos vamos haciendo. Conocemos la famosa frase del oráculo de Delfos “Conócete a ti mismo” y estamos muy de acuerdo con ella: debemos hacer autoexamen, conocernos, comprendernos, pero no debemos caer en el error de creer que somos algo definitivo o acabado ya que esta falsa creencia impedirá cualquier cambio individual o colectivo. No se trata pues de conocerse a sí mismo (o no se trata solo de ello) sino de algo más: la cuestión estribaría en comprender que la consigna no es quedarse en el conocerse a sí mismo sino en el “hacerse a sí mismo”. Así, pasamos tal y como nos dice el neurocientífico Francisco Mora, del “Conócete a ti mismo” al “Hazte a ti mismo”, y es que estamos, aunque lo ignoremos, permanentemente haciéndonos a nosotros mismos dependiendo de las actividades que se realizan y del medio ambiente al que estemos expuestos. Somos en buena parte, en nuestra individualidad, el producto del sistema educativo, de los valores o falsos valores recibidos a través de múltiples mecanismos, de la cultura imperante y también hasta somos el producto de las personas que nos rodean. No somos como somos sino que somos como nos vamos haciendo, y será nuestra responsabilidad el irnos rodeando en la medida de lo posible de un medio ambiente, de una Educación con mayúsculas, que favorezca el desarrollo de lo sí somos: seres humanos, humanos de verdad. Es crucial reparar en que estamos en permanente construcción.

Nos vamos haciendo a lo largo de nuestras vidas y no somos algo fijo ni determinado, y así, dependerá en gran medida de los factores antes citados –dependerá del medio ambiente– el tipo de humanos que vayamos a ser. Con lo cual no es algo ni natural ni predeterminado el que la sociedad en general se mueva por parámetros egoístas, materialistas o superficiales: es algo que se deriva de la Educación recibida (“Educación” con mayúsculas ya que nos estamos refiriendo al medio ambiente en general). Por tanto otro ser humano será posible si se modifican los factores a los que aludimos, si se nos proporciona un medio ambiente saludable, positivo y que fomente nuestro desarrollo en lugar del medio actual, medio nefasto que en lugar de construir seres humanos dignos de ser llamados humanos fomenta seres vacíos y sin sensibilidad.

Exijamos pues el tener derecho a un medio ambiente enriquecedor ya que se trata de que inevitablemente nos vamos haciendo: demandemos un sistema educativo que forme personas críticas y empáticas; exijamos una televisión y unos medios que nos aporten valores enriquecedores, neguémonos a visualizar contenidos que nos deshumanicen y apostemos en cambio, sabiendo que nos vamos haciendo a nosotros mismos cada día, por rodearnos de textos, de libros, de películas, de personas, de colectivos...que ayuden a que crezcamos como humanos, que fomenten o permitan que nuestras capacidades se puedan desarrollar. Porque si se trata de hacerse a uno mismo, si la cuestión de fondo es que otra sociedad diferente de la actual es posible, deberemos reparar en todo aquello que nos va formando y exigir que las bases desde las que se nos forma o “construye” sean radicalmente cambiadas. Porque otro mundo será posible solo si otro ser humano es posible.

Vicente Berenguer

CONECTAR CON LA NATURALEZA, VIVIR EN EL PRESENTE

El ser humano es un ser social que vive en comunidad. Remotamente vivíamos, como el resto de las especies, en la naturaleza, en los bosques, pero poco a poco fuimos diseñando nuestro propio proyecto al margen de ella. Fuimos construyendo pequeñas aldeas y de ahí a las poblaciones y a las grandes urbes. Así, llegamos al punto de que gran parte de la población mundial vive en grandes ciudades habiéndose perdido el contacto con la que siempre fue nuestra casa: la naturaleza.

En este tránsito del vivir en entornos naturales al vivir en las urbes el humano fue ganando y perdiendo cosas. Si hablamos de ganancia podríamos decir, por ejemplo, que fue ganando en comodidad y materialidad. Sin embargo, entre las numerosas cosas que hemos perdido en todo este proceso está el contacto con la naturaleza. Esto, que parece de Perogrullo, no lo es tanto si especificamos de qué estamos hablando cuando decimos que hemos perdido el contacto, y es que por “contacto” no nos estamos refiriendo solamente al vivir-con sino también al hecho de vivir-la. Pero para vivir-la se necesitaría de algo que también se nos ha atrofiado en toda esta vorágine que supone muchas veces la vida urbana, y este algo perdido es el estar en el tiempo.

La especie humana, en efecto, perdió también el estar en el tiempo. Hemos incorporado el pasado y el futuro a nuestra línea psicológica temporal: en el pasado podemos recordar nuestras vivencias y con el futuro hacemos planes estando orientados en realidad por él. Hasta aquí todo estaría bien, pero el problema surge cuando al incorporar el pasado y el futuro arrancamos el presente de nuestras vidas viviendo así la mayor parte del tiempo en el pasado (recordando) o en el futuro (proyectando) pero raras veces conectando.

Perdemos el presente al vivir en base exclusivamente de cara al futuro; perdemos lo que es en favor de lo que aún será y de este modo ni vivimos lo que es ni podemos vivir lo que será ya que cuando esto sea estaremos de nuevo proyectados a lo por venir. De este modo nos situamos continuamente fuera del tiempo y fuera de la realidad ya que la realidad es únicamente lo que es, lo que está aconteciendo. Es imprescindible hacer planes en nuestras vidas o más, es absolutamente recomendable tener un proyecto de vida: reflexionar sobre aquello que queremos realizar, meditar acerca de las metas que nos queremos proponer o sencillamente pensar si nos conviene ir a pie a algún sitio o en bicicleta. El contar constantemente con el futuro es algo vital en nuestras vidas: se requiere pensar en él y requerimos estar proyectados en todo momento hacia él, pero esta proyección o esta herramienta necesaria a menudo se nos vuelve en contra cuando exclusivamente se vive en lo que aún no es y nunca en lo que es.

Pero esta pérdida vivencial o este situarse siempre en el futuro o en lo que aún no es -característica del ser humano en general y del ser humano-urbano en particular- implica consecuencias, siendo la principal de ellas, como decimos, la pérdida del contacto con lo que está sucediendo, la pérdida del contacto con lo que es, con lo cual sucede que sufrimos una enorme pérdida de intensidad en nuestras vidas. Será necesario volver a afirmar que el modo de ser típicamente humano es vivir proyectados hacia el futuro y es necesario que así sea debido a nuestras características y a nuestro modo de vida, pero no lo es tanto o incluso es contraproducente el no “regresar” en ningún momento al presente para percibir-vivir todo lo que en él acontece. Y esto justamente es el “conectar” y es a lo que nos referimos cuando decimos que el ser humano-urbano ha perdido la conexión con la naturaleza pero también con su propio presente.

¿De qué estamos hablando pues cuando decimos que hemos perdido la conexión con la naturaleza? Hemos apuntado que conectar no es solo vivir-con (ella) sino vivir-la (a ella). ¿Y qué es vivirla? Vivirla son aquellos momentos en que nos situamos en el presente sin proyectarnos: es escuchar el lenguaje del pájaro, prestar atención al rugido de bravo río, atender al mensaje del viento, captar el reclamo del grillo nocturno y deleitarnos con el vuelo de la mariposa. Es, remontándonos muchos de nosotros a nuestra infancia (y de paso recomendando a los padres que los niños vean la serie), es existir, adoptando en la medida de lo posible, la filosofía de vida de aquella muchachita la cual debería ser un modelo para los niños por su ecología, por sus valores y por su modo de ver la vida: Heidi, una chiquita que amaba a cada ser vivo, a sus montañas y al conjunto de la naturaleza. Heidi, sí, vivía conectada a la naturaleza y al presente, y es que tal y como le decía su abuelo, “hay que escuchar lo que nos susurra el viento, lo que nos dicen los abetos o el poderoso trueno.”

Pasamos de vivir en aldeas a vivir en urbes con lo cual, volvemos a incidir, hemos perdido el contacto con la naturaleza, con lo que somos, pero a pesar de que muchos de nosotros no tenemos ya el privilegio de escuchar lo que expresa el pájaro o el sonido del viento sobre las copas de los árboles a no ser que nos desplacemos de vez en cuando fuera de la ciudad (algo muy recomendable), lo que sí sigue estando en nuestra mano es ir retornando al presente en la medida en que estar situados en el futuro no nos sea útil. Hemos convenido en que necesitamos constantemente hacer planes y proyectarnos pero también comprendemos que vivir siempre fuera del presente hace que vivamos la vida con menor intensidad y también e importante, aunque no es materia de la presente reflexión, con menor intuición.

Usemos pues la herramienta de la proyección futura a nuestra conveniencia y conectémonos con el aquí y ahora, con el presente, en los momentos en que podamos hacerlo: percibamos, sin pensar en el pasado ni el futuro, la presencia del bosque, del árbol o de la planta; centrémonos exclusivamente en el vuelo del ave o en el brillo de los rayos del sol sobre las nubes, dirijamos toda nuestra atención al sonido del viento o al rugir del trueno, sintamos la lluvia bañar la tierra o simplemente disfrutemos con la presencia de los seres vivos que nos rodean, en este preciso momento, y que precisamente en un futuro no estarán como tampoco nosotros.

Asombrémonos con la belleza de una flor en este preciso instante. Admiremos la belleza que nos rodea en este momento presente.

Vicente Berenguer

domingo, 2 de abril de 2017

VIVIR FUERA DEL MATRIX

Cuando uno ve la exitosa película “Matrix” no puede sino encontrar paralelismos con nuestra realidad actual. Como sabemos, allí se describe un mundo en el que los humanos están conectados a máquinas las cuales les hacen vivir una vida ficticia, una vida que no es suya. Los humanos crecen y viven en una realidad construida desde el exterior aunque habrá un grupo de personas que conseguirán averiguar qué está pasando y salir fuera del Matrix. Esta trama es una historia de ciencia ficción pero no distan tanto de lo que es la realidad porque la realidad no es otra que una gran parte de la población vive conectada a un programa diseñado desde el exterior, diseñado desde los poderes fácticos.

Ya desde la tierna infancia se nos adoctrina desde el poder político y económico -el poder fáctico-, ya desde bien pronto se nos intenta transmitir una ideología concreta que la persona va a asimilando e incorporando y que finalmente hace suya. Esta ideología inculcada pero más aún, esta manera de ver la vida y las relaciones humanas determinará la manera de pensar y de actuar de las personas creyendo sin embargo estas que su pensamiento es autónomo, que nace en ellos mismos, pero la realidad es que no es un pensamiento propio en tanto que ha sido “introducido” por varios mecanismos al igual que a los habitantes del Matrix se les hace creer que están viviendo unas vidas que son suyas. Los mecanismos mediante los cuales se produciría el intento de instaurar un pensamiento único con la consiguiente eliminación y el bloqueo de todo pensamiento autónomo serían principalmente los medios de comunicación convencionales y al servicio del poder, pero también a través de un sistema educativo diseñado por las élites y orientado no a hacer volar al pensamiento sino más bien a cortarle las alas. Y es que en última instancia lo que se pretende es erradicar el pensamiento crítico y la reflexión para a cambio lograr la total aceptación de sus postulados.

Porque de lo que se trata en el fondo es de la construcción de un tipo de ser humano, de la construcción de un ser humano irreflexivo y servil, alguien que crea todo lo que se le dice sin que ni siquiera formule dos preguntas básicas: ¿por qué? ¿y caben otras alternativas?, un ser humano irreflexivo pero a la par insensible ante los problemas sociales, En definitiva un ser puramente materialista y egoísta. Este tipo de humano que tanto abunda en las distintas sociedades del mundo es el que estaría conectado a la “incubadora” sin ser consciente de ello, sin ser consciente de que sus pensamientos no son suyos sino que sencillamente se está repitiendo la ideología o pensamientos que le han sido programados, amén de haberse convertido en un sujeto superficial e insensible ante los problemas que puedan afectar a los demás o mismamente ante el padecimiento ajeno.

Pero así como en el Matrix había un grupo que consiguió “despertar” y desconectarse en nuestra realidad ocurre lo mismo, y a pesar de que un gran número de personas siguen conectadas a la incubadora por desconocimiento –y algunas por interés–, otras muchas si se van cuestionando y cuestionan las cosas y se preguntan: personas, colectivos y medios de comunicación alternativos: ¿Por qué? ¿Por qué las cosas deben ser así? ¿Es que no caben otras maneras de organizarnos? La pregunta pues es la clave, el cuestionarse lo que hay es la puerta que abre la posibilidad de movilizar al pensamiento y por tanto la posibilidad de plantear otros caminos de justicia y solidaridad, y es por esto que nada hay que moleste más a los que han diseñado el sistema actual que las personas en particular y la sociedad en general se pregunte, se cuestione, en una palabra: piense.
Lo que está en juego por tanto es la construcción de un ser humano: si se vive conectado a la incubadora uno será un puro autómata sin pensamiento original y sin sensibilidad no siendo posible por tanto el alternativas a lo fáctico; pero si en lugar de esto se vive desconectado del programa, como afortunadamente cada vez más gente vive, uno podrá ir haciéndose, podrá ir construyéndose a sí mismo mediante el pensamiento, el cuestionamiento y la reflexión.

Y sí, hay esperanza fuera de los medios convencionales, fuera de las herramientas al servicio del poder. Hay motivos para creer que la sociedad en general irá gradualmente desconectándose del dogmatismo ideológico al que ha sido y es sometida pero no para reconectarse a ninguna idea en concreto que alguien pueda imponer, sino para conectarse concretamente con su sensibilidad social, con su reflexión y con su propio pensamiento.

Vicente Berenguer